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miércoles, 25 de mayo de 2011

***** LICORES ****

Licor del error

En los armarios secretos de la literatura hay, por cierto, un enorme surtido de licores mágicos, de vinos prodigiosos, de brebajes milagrosos.

El catálogo es un género de cuya lectura se sale menos sabio que aburrido. Sin embargo no ahorraremos la prolijidad de mentar algunos tragos ilustres.

  • El vino que Marón regaló a Odiseo, fraccionado en doce ánforas, que sirvió para emborrachar al cíclope Polifemo.
  • El elixir de la ópera de Donizetti, que provocaba impostergables pasiones.
  • El agua de la Fuente de la Juventud, que desmentía el tiempo, inútilmente buscada por Ponce de León, Hernando de Soto y Panfilo de Narváez.
  • El vino de Dioniso, que cuidaba Folo y que Heracles se hizo convidar antes de matar a diez centauros.
  • El suero que transformaba al Dr. Jeckyll en Mr. Hyde.
  • El vino que durmió a Tritón, antes de que lo mataran a hachazos.
  • El supuesto filtro que Neso entregó a Deyanira, que provocó la muerte de Heracles.
  • El agua del Estigia, que rompía todos los recipientes, excepto los cascos de los caballos.
  • El vino que los griegos prohibían tomar puro, bajo pena de muerte.


Los brujos de Chiclana tienen una pequeña destilería. Allí se elabora el vino del olvido y el del recuerdo. Pero también el abominable licor del error.

Al tomarlo, empieza uno a tener una falsa convicción, de cualquier índole.
Los brujos lo envasan en toda clase de botellas, de modo tal que la gente lo bebe sin saberlo. Puede uno creer que está tomando caña o pernod, cuando en realidad se está incorporando el más peligroso de los brebajes.

Bajo sus efectos, los cobardes se creen valientes, los rubios se ven morochos, las feas se suponen lindas y los tontos se piensan picaros. Nuestros enemigos creen ser nuestros amigos y proceden como tales. Personas que no recuerdan su infancia creen recordarla. Los que fueron a San Luis juran que no han ido nunca y los que no fueron dicen haber ido.

Los ausentes creen que están presentes.
Y los presentes creen que están ausentes.

¡Cómo me hubiera gustado estar en el faro de Punta Médanos!
dice alguien que está precisamente en el faro de Punta Médanos.


Se habla también del licor del acierto, que tiene efectos opuestos. Es decir, genera ideas correctas y exactas.

Sucede muchas veces que los bebedores del licor del error están convencidos de haber tomado el del acierto. Desde luego, los que toman el del acierto creen lo mismo. Los dos grupos suelen darse la mano, creyendo que coinciden.

El redactor de este informe se pregunta qué licor habrá en su copa y siente el temor de mentir, creyendo que dice la verdad.

Más aún: ¿qué licor beberán los que escriben otros libros, los que hablan por la radio y la televisión, los príncipes del mundo? Hay que cuidarse de todo, especialmente de quienes toman ambos licores.

Porque lo que mata es la mezcla.

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